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Tú lo tienes, como tu padre.
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ÉI sabía lo que la gente
quería y necesitaba oír.
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De eso se trata. La gente
te compra a ti, no sólo las zapatas.
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Eso es hablar bien.
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- Quizá tengas razón.
- La tengo.
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Mira este bicho. Debió de pescarlo
antes de que cagara. Está hasta arriba.
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Me gusta su producto y el precio,
pero hay un problema.
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La caja no lleva garantía.
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Si algo no funciona, puede llamarme,
aunque esté en casa.
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Callahan ha garantizado
sus repuestos desde 1925.
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Tal vez, pero no aparece en la caja.
Debería estar siempre,
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tranquilizándote, diciendo:
"Nunca te fallaré".
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"Pero si te fallo, lo arreglaré".
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Nuestras zapatas están hechas de...
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Hijo, mis clientes quieren ver este sello.
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Puede ver un chuletón...
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¿Cómo?
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- Recuerda las alitas.
- ¿Alitas?
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- Bien, la garantía...
- Amigos, se les acabó el tiempo.
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Alitas.
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Piense un momento.
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¿Para qué poner
la garantía en una caja?
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- Muy interesante.
- Vamos, te escucho.
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Yo lo veo así.
Ponen la garantía en la caja
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porque quieren
que te sientas calentito por dentro.
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- Sí. Te hace sentirte bien.
- Pues claro. ¿Por qué no?
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Pones la caja bajo la almohada
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y el ratoncito Pérez podría
dejar una moneda. ¿No es así?
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Vete al grano.
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Lo que quiero decir es: ¿cómo sabes
que el ratoncito no es un drogadicto?
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Sólo necesita entrar
en tu casa una vez.
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Cuando menos te lo esperas, el dinero
desaparece y tu hija está preñada.
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Y ¿por qué ponen
la garantía en la caja?