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Si siguieras tu propio consejo...
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...no te casarías con este hombre.
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- Porque es hacer lo correcto.
- Precisamente.
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Tienes una lógica extraña,
pero tiene sentido.
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Qué bien.
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¿Sabes lo que es
estar enamorado de alguien...
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...que se va a casar con otro?
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¿Alguien totalmente magnífico?
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¿Alguien que entra a un cuarto
y lo ilumina como un sol?
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¿Alguien que se está mintiendo
a sí misma?
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- ¿Mintiendo?
- Muy convincentemente.
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¿Sobre qué?
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Que no me amas cuando yo sé,
que en cierto modo, me amas.
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¿Y tú cómo lo sabes?
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He hecho todo,
por dentro y por fuera.
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Esas cosas no me importan.
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Algo te importa.
Si no, me amarías a mí...
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...y no a un hombre cuya barbilla
podría hundir el Titanic.
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¿Qué? ¿Ves?
Es verdad, ¿no?
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Perdón.
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¿Él te pone tan alegre?
¿Te hace reír?
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Nadie me hace reír tanto.
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Bien. Entonces admítelo.
Admite que me amas.
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Dame un beso.
Eso es todo.
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Un solo beso rápido no puede poner
en peligro un glorioso matrimonio.
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Pero explicaría porqué tu pulso saltó
de 66 a 102 latidos por minuto.
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Tu respiración se duplicó.
Despides feromonas.
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- No es justo que me analices así.
- El amor no es justo.
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Estoy analizando tu corazón,
rogándote que te dejes guiar por él.
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Dicen que rogar es humillante.
No me importa.
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Yo te amo, Portia.
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Te amé desde el primer momento
en que te vi.