Les Enfants du marais
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-¿Nosotros comeremos también?
-Cállate.

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Dice que si queréis,
irá a cantar con vosotros.

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¡Pero bueno!
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Si cantamos con Amédée, no nos
tirarán dinero, sino cubos de agua.

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Este Amédée...
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Un buen tipo.
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-¿Podemos comer pollo nosotros?
-Sí, comerás pollo.

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¡Venga!
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Para conseguir lo que quieres,
hay que trabajar.

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No lo olvidéis nunca.
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O si no, robarle a los demás.
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Y yo, Henry Pignolle, no quiero
que mis hijos sean ladrones.

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¿Entendido?
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Bien dicho, ¿no?
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¿Lo has sacado de tu libro,
o lo has pensado tú solo?

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Yo solo.
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En mi libro dice: "Nunca obligues
a trabajar a tus hijos,

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podrían acostumbrarse."
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Nuestro padre
sólo ha leído un libro,

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un viejo almanaque Vermot de 1921
que ojeaba todo el tiempo.

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Se lo sabía de memoria.
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Venga, o vuestra madre
se preocupará.

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¡Jojo!
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Toma.
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Dale esto de parte de tu padre.
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-¿Y tuya?
-Si quieres...

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Me pregunto por qué sigo aquí
después de 12 años,

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escuchando al diablo
que me impide irme.

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-No lo entiendo.
-¿Ah, no?

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¿Y yo, y los chicos?
¿Qué sería de nosotros?

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No nos dejarás, ¿eh?
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No nos dejarás.
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¿Algo va mal?
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No... no estoy muy bien.
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No se quede aquí,
con este frío.


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