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¡Al demonio con tus voces!
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¡Es hora de enfrentar los hechos!
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¡No tenemos nada que hacer aquí!
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Ninguno de nosotros.
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Ni siquiera tú.
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¿Ya no creen en mí?
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Juana, claro que aún creemos en ti.
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Si dependiera de mí, perseguiríamos
a cada inglés hasta el mar.
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Pero ya no depende de nosotros.
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Depende del rey.
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Regresa a casa, Juana.
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Es imposible costear el tamaño
del ejército que ella exige.
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La muchacha está loca.
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Su victoria en Orleáns
fue un milagro.
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Pero no podemos esperar un milagro
para el futuro de Francia.
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París fue un desastre.
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Dios no estaba con ella ahí.
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Si Dios la abandona,
¿qué debemos hacer nosotros?
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¿Por qué me traicionó? Teníamos París.
Sólo nos faltaban hombres.
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- Me quitó el ejército que me dio.
- ¿Que te di?
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Yo no lo describiría así.
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¿Y cómo lo describiría?