Into the Arms of Strangers: Stories of the Kindertransport
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nos llamaban mucho la atención.
Veíamos sus fotos en los periódicos.

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La coronación con sus armiños
y sus coronas en la cabeza.

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Y pensábamos que en IngIaterra
Ia gente se vestía así.

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A Io mejor no todos Ios días,
sóIo aIgunos domingos.

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Ésa era nuestra idea de IngIaterra.
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Me dijeron que era Io mejor que podía
pasar, y que era muy afortunada...

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porque todo eI mundo
estaba intentando encontrar pIazas...

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para sus hijos.
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Y, de repente, como caído deI cieIo...
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tuve Ia oportunidad de ir a IngIaterra.
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¿Qué más podía pedir?
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Mis padres me dijeron
que podría volver al colegio,

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aprender otra lengua,
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que viviría en Londres
y que podría viajar en metro...

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Me lo pintaron muy bonito.
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Y siempre decían una y otra vez:
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"Y nosotros iremos enseguida ".
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Sin embargo, unos cuantos días...
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antes de mi marcha...
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acusé a mis padres de intentar
Iibrarse de mí.

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Les dije: "En realidad soy una gitana...
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"y ahora queréis libraros de mí.
Me adoptasteis...

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"y ya no me queréis".
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Debí de hacerIes mucho daño a mis padres.
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Como en 1938 la política alemana
era impulsar la emigración judía,

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los nazis dejaban que se fueran los niños...
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siempre y cuando no se llevaran
ningún objeto de valor.

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Cada niño podía llevar...
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una bolsa de mano...
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y diez marcos.
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Nos daban cuatro días...
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para irnos.
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Mis padres andaban tan ocupados
preparando las cosas que me iba a llevar...


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