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Los trenes alemanes tenían
grandes ventanas...
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y mi padre la bajó del todo...
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para que pudiera asomarme.
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Me abrazó y besó.
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Veía cómo Ia cara de mi padre...
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se ponía cada vez más bIanca.
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Pensé: "Sólo espero que no le pase nada ".
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Estaba tan pálido.
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Mi pobre madre se estaba poniendo
cada vez peor.
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Estaba deseando que saliera el tren pues...
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no quería recordar eso.
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Llegó el tipo...
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y dio la señal.
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Cuando el tren empezó a moverse...
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mi padre dijo: " ¡PupeIa! ¡Dame Ia mano! "
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Y Ie di Ia mano y dije:
" ¡Tengo que soItarte! ¡Tengo que soItarte! "
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" ¡No! ¡No quiero que te vayas!
¡No quiero que te vayas! "
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Y ya estábamos...
Mi padre no podía andar muy rápido...
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porque IIevaba bastón.
Seguimos un poco más,
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me cogió de Ia mano...
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y me sacó por Ia ventana.
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Me caí.
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Podía haberme caído entre...
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eI andén y eI tren.
Había un pequeño espacio.
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No fue así, pero me hice daño y sangraba...
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y estaba desoIada.
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CompIetamente desoIada.
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Y mi padre estaba en eI séptimo cieIo...
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por tener a su pequeña PupeIa
de nuevo a su Iado.
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La despedida fue horrible.
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Es algo que jamás he podido...
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olvidar en toda mi vida.
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Ella siempre se había controlado tanto.
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Siempre había sido...
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una especie de firme...
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sostén para nosotros.
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Pero de repente mostró sus sentimientos...
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y fue espeluznante,
realmente espeluznante.
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Vimos ese rostro...
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que mostraba todo eI doIor...
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y Ia angustia que había sufrido.