Into the Arms of Strangers: Stories of the Kindertransport
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Todo eI mundo gritaba animosamente:
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" ¡Esos maIditos nazis!
¡Deberían morirse! ¡Ahora somos Iibres! "

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Había alaridos, chillidos,
gritos y canciones.

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Fue la mejor fiesta a la que he ido jamás,
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aunque realmente no comprendía
lo que pasaba.

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Cogí a una chica mayor que yo
por Ia cintura y eIIa a mí.

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Se sabían Ias canciones que cantaban.
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Seguramente eran canciones sionistas,
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pero yo también Ias cantaba
porque era muy divertido...

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formar parte de la fiesta.
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Los guardas fronterizos del lado holandés
no fueron los únicos amables.

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Tenían un contingente...
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de mujeres que nos trajeron cacao...
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y pan holandés.
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Era como maná caído deI cieIo.
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Fue maraviIIoso.
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De repente te sentías
como si hubieras estado envueIta...

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en un manto de pIomo o hierro...
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y te Io hubieran quitado.
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Era una maraviIIosa sensación de Iibertad.
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Empezamos a sonreír.
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Creo que todos llevaban bastante tiempo
sin sonreír.

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Fue maravilloso.
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Luego el tren prosiguió
hasta Hoek van Holland.

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Subimos al barco...
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que nos llevó a Harwich.
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Fue un viaje desagradable porque...
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eI CanaI de Ia Mancha...
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es uno de Ios peores sitios
para cruzar en invierno.

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Teníamos niños pequeños
y la gente se mareaba.

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Era un desbarajuste.

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