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no hay tumba,
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ni despedida, ni finaI, ni funeraI.
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Es esa especie de Iigera sensación...
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de esperanza en eI aire...
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que, de repente, se desvanece.
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y estar siempre bromeando con los niños
y riendo.
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Me llamaron por teléfono...
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porque había un telegrama para mí.
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Le pedí que me Io Ieyera.
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Me Io Ieyó por teIéfono:
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"Tus padres estaban gravemente enfermos.
No había esperanza.
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"Espera nuevas noticias".
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ProbabIemente no Io entendí deI todo,
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así que voIví a pediatría y empecé...
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seguí haciendo Ias camas,
hasta que uno de Ios pequeños me dijo:
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"¿Por qué ahora no te ríes?"
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Fue entonces cuando rompí a IIorar
y saIí corriendo.
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Recuerdo haber salido al jardín
y tirarme en el césped.
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No quería estar con nadie.
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Fue un golpe tremendo.
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Y de repente eI futuro
que siempre habíamos dibujado...
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desapareció. No había futuro.
SóIo había un vacío.
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Cuando me liberaron, me faltaba un mes...
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para cumplir 20 años...
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y pesaba 26 kilos...
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tras pasar por
ocho campos de concentración.
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Muchas veces me pregunté:
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¿Qué habría pasado si mi padre...
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no me hubiera sacado por la ventana?
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Nunca se Io habría dicho a mi padre.
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EI típico: "¿Por qué Io hiciste?"