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Apostaría la cabeza
de mi marido.
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No todas tenemos
un condenado por ahí
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para darle celos
a nuestro marido.
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Afalta de un condenado a muerte,
inténtalo con el capitán.
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No, gracias,
seguro que me estropea
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la primavera
amando sólo a su mujer.
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El primer barco de la primavera
trae un mensaje de Francia.
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La madre patria nos mandará
una guillotina.
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No hay que desesperar
de la República.
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¿ Y el verdugo?
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De eso no dicen ni pío.
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Ni lo mencionan.
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Nos mandan el cadalso y reiteran
la orden de guillotinarlo, nada más.
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Nadie para bajar la hoja.
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¿De dónde viene
esa guillotina?
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De Martinica. Les ha llegado
una nueva, y nos mandan la vieja.
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¿ Y no tienen ellos un verdugo?
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Ningún capitán de barco
llevaría uno a bordo.
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Pues habrá
que buscarlo aquí.
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Si hay alguno, encuéntrelo.
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Que salga.
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Temo que no encontraremos
a nadie.
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¡Exactamente!
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Y me parece muy bien.
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No hay ningún verdugo
en St. Pierre.
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No pasee sus faldas
por el salón de fumar.
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Ya tiene su condenado.
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Sea más claro.
No le he entendido bien.
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Es cierto.
Yo tampoco entiendo.
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¿No es éste nuestro
último refugio de las damas?
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¿O dijo ''esposas'', gobernador?
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No me cree problemas
con el capitán.
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¿Hablaba de faldas?
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En absoluto.
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Me ha sorprendido que la dama
entrara en el salón de fumar.
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Nada más.
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¡Nada más!
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De todas formas, agradecería una
disculpa. Aquí y ahora.
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En voz alta
para que lo oigan todos.
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Será un placer.