Quills
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Es por ese doctor, ¿verdad?
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Le ha venido a usurpar su posición.
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Hay más en juego que lo que escribe.
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- Nos han amenazado con el cierre.
- ¡No pueden decirlo en serio!

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Nuestro futuro depende
de lo que escriba su pluma.

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Es más poderosa que una espada,
desde luego.

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Póngase en mi situación.
Debo pensar en los demás pacientes.

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Si cierran Charenton...
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no tienen adónde ir,
ni cómo vestirse o alimentarse.

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¡Que se jodan!
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Son imbéciles. Que mueran en las calles,
como quiso la naturaleza.

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Ud. será uno de ellos.
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Si alguna vez me he portado bien
con Ud., Marqués...

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si alguna vez le dejé salir a pasear
en un día de primavera...

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o deslicé una almohada de más
por debajo de su puerta...

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si alguna vez he bebido vino con Ud.,
me reí con sus obscenidades...

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o le entretuve con una discusión...
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entonces ahora me hará este favor...
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por su bien
y por el bien de todo Charenton.

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Ud. también tiene vena de poeta.
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- Quizá debería escribir.
- ¿Me da su palabra?

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Sinceramente...
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me ofende profundamente.
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¿Qué sentido tiene la rehabilitación...
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si cuando por fin ceda y por fin jure
observar una conducta virtuosa...

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Ud. no deja de sospechar de mí?
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¿No confía en su propia medicina?
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Vaya, vaya.
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En Charenton,
hasta las paredes tienen ojos.

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¿Verdad?
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¿Y bien?
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Bueno, le hablé con razón
y con compasión.

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- Las armas que mejor funcionan aquí.
- ¿Y bien?


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