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He dejado de beber.
Y tú también debes hacerlo.
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¡No está en ese vino la sabiduría
de las lecciones de nuestro padre!
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¡No reparará el espíritu de ese vino
todo el estrago de nuestra casa!
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¡Guarda esa botella, esto es serio,
estamos hablando de la familia!
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¡A nadie le hace daño que yo beba!
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¡Soy epiléptico!
¡Epiléptico!
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¡Tu hermano es epiléptico,
a ver si te enteras!
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¡Vuelve ahora a casa y haz esa
revelación!
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¡Vuelve ahora y verás que
las puertas y ventanas de casa...
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se agitarán con esa ventolera!
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¡Y vosotros, hombres de la familia,
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rodearéis la casa cargando la caja
de herramientas de nuestro padre...
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encapuchados, martillando...
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clavando con violencia
las tablas en cruz!
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¡Y nuestras hermanas,
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vestidas de negro,
harán luto a través de la casa...
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y será un coro de aullidos,
sollozos y susurros...
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en esa danza familiar cerrada
a cal y canto!
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¡Él nos ha abandonado!
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Y pañuelos al vuelo para
cubrirse el rostro,
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y llorando, y exhaustas,
se apiñarán ellas en un rincón:
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¡Él nos ha abandonado!
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Y grita cada vez más alto:
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¡Nuestro hermano es epiléptico,
un convulso,
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un poseído!
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Y di también que elegí un cuarto de
pensión para mis accesos.
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¡Convivíamos con él y no lo sabíamos,
ni siquiera llegamos a sospecharlo!
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¡Ni siquiera llegamos a sospecharlo!
:40:55
¡Él nos ha abandonado!
:40:58
¡Y gritad cuanto queráis,
desgañitaos!