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Yo, el hijo desviado,
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no soñaba con caminos.
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Nunca me pasaba por la cabeza
abandonar la casa,
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ni siquiera recorrer largas distancias
para dar goce a mis sentidos.
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Yo sabía, hermano,
desde mi más tierna edad,
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cuánta decepción me esperaba
fuera de los límites de nuestra casa.
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Pedro, me hace falta
ahora tu silencio.
1:00:54
Quítate las anteojeras.
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Suelta las riendas de tus ojos.