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Era allí donde
yo comulgaba, Pedro.
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Ah, hermano... ¿no me tumbé en ese
suelo de mandarinas encendidas?
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No me entregué como un niño
a una orgía de moras asesinas?
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¿No era acaso una paz precaria
la paz que sobrevenía?
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¿Tener mi cuerpo estirado
en un jergón de mala hierba?
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¿No era acaso provisional
ese otro sueño?
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¿Tener las uñas sucias,
los pies entorpecidos,
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los piojos que abrían sendas
en mi pelo,
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mis axilas visitadas por hormigas?
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¿No era acaso provisional
ese segundo sueño?
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¿Tener la cabeza
coronada de mariposas,
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gordas larvas que
brotaban del ombligo,
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la frente fría cubierta de insectos,
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mi boca inerte que besaba
escarabajos?
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¡Cuánta somnolencia,
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cuánto entumecimiento,
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cuánta pesadilla
en esa adolescencia!
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¿Qué piedra es ésa, al fin,
que pesa sobre mi cuerpo?
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Hay un frío misterioso en ese fuego.
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¿Hacia dónde estoy
siendo llevado un día?