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Anda, hermano,
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¡dilata las pupilas!
¡Abre bien los ojos!
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Apriétame la mano...
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y vámonos.
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Érase una vez un hambriento.
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¿Quién anda por ahí?
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¿De dónde vienes?
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""¿No sabes que basta
con presentarte...
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ante nuestro amo y señor
para tener todo cuanto deseas?""
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Oh, mi amo y señor,
te pido, por Dios, una limosna,
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pues de tan necesitado,
a punto estoy de caerme de hambre.
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Quédate aquí, pobre hombre.
Quiero repartir contigo el pan,
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y que te sirvas
de la sal de mi mesa.
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Que Dios te bendiga
y bendita sea tu santa madre.
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El hambriento,
retorciéndose de dolor,
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pensó para sus adentros...
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que los pobres debían
tener paciencia...
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ante los caprichos de los poderosos,
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no dando muestras de irritación.
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Eres mi huésped
y mi casa es tu casa,
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No hagas cumplidos,
mi mesa tu mesa.