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el vagabundo de la familia,
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pero que ama nuestra casa.
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Y amo esa tierra,
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y amo también el trabajo
aunque se piense lo contrario.
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Bendecidas son
mis manos para plantar,
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sé oír cada llamada de la tierra.
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Seré bueno cuidando
a los animales,
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protegiendo a nuestro rebaño
de los vientos ásperos,
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llevándolo bajo los árboles
cuando la lluvia caiga.
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¡Tengo alma de pastor, hermana!
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Y me presto a cualquier tarea,
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nada hay en la hacienda
que yo no pueda hacer.
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Y una tarde de ésas,
cuando nuestro padre...
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esté perdido en sus pensamientos,
caminaré hacia él,
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me sentaré a su lado y,
sin cohibirme,
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iniciaré el diálogo
que nunca tuvimos.
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Así será mejor aún
lo que vendrá después.
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Ayúdame a perderme en el amor
de la familia con tu amor, Ana.
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¡Soy incapaz de dar un paso
en esa oscuridad!
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¡Dame tu mano, Ana!
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Tantas cosas nos esperan.
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De ese gesto tuyo
dependen mis actitudes,
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mi conducta,
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mis virtudes.