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Las peinetas por mi historia.
-¿Qué?
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Le diré lo que sé si me las devuelve.
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¿De acuerdo?
-No, son pruebas.
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La acusarán de asesinato.
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¿Acaso le parezco un monstruo?
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La escucho.
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François, tú me conoces.
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No puedes acusarme de...
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¿No pusiste esto en sus sombreros?
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Preah, maldita sea.
¿Qué has hecho?
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No podré encubrirte mucho tiempo.
He dejado de lado a mi socio, pero...
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Hace dos semanas recibí
una carta con dinero.
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Tenía que poner una peineta en el sombrero
de Belmont y después en el de Veraldi.
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Hice lo que me pidieron.
No sé quién me pagó.
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¿Y no te preguntaste por qué?
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Pensé que alguien quería
ponerles en un compromiso.
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¿Y por qué no?
Eran clientes ricos.
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¿Y las cartas? ¿No eran
amenazadoras?
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¿Amenazadoras?
-¿No estaban escritas con sangre?
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No.
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Estaban perfumadas.
Con una escritura muy elegante.
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Incluso pensé que eran
obra de una mujer.
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¿Aún las tienes?
-¿El qué?
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Preah, ¿quién es el
próximo de la lista?
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¿Quién dice que aún
queda una peineta?
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El cielo.
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Dime quién es el próximo.
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Ernest Laffite, el director
del Hotel de los lnválidos.
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Espera. Voy contigo.