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¡Eres un hijo de puta!
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¡Bravo!
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¡Yupi!
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¿Qué haces aquí, Sal?
Este caso está resuelto.
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Dicen que en tiempo récord.
De asesinato a confesión en una hora.
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-¿Y de dónde sacó el arma?
-La tenía en un cajón.
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En caso de problemas.
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Muy bien. Firme aquí, Sr. Hart.
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Con todo gusto.
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Y no diga que lo golpeamos
cuando testifique.
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No, yo me entregué.
Me entregué por voluntad propia.
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Qué alegre asesino, ¿no?
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Matar a un ladrón no es asesinato.
Hasta te lo agradecen.
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Yo agradezco que
la gente conozca la ley.
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Métase ahí.
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Ud. también.
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¡Siéntense!
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Bueno, desde el principio.
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Un hombre tiene derecho a proteger
su hogar, ¿no?
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Claro que sí.
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Llegué del taller y lo vi trepándose
por la ventana.
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Con mi esposa acostada ahí,
dormida como un ángel.
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¿Es cierto, Sra. Hart?
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Sí, verdad de Dios.
Mi esposa no tuvo nada que ver.
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Ella es incapaz de lastimar a un gusano.
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No abrió los ojos hasta que disparé
el primer tiro.
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Duerme muy profundo. Yo creo que ni
el desfile de San Patricio la despierta.
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Imagínese lo que hubiera pasado
de haberme ido
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a tomar una cerveza con mis amigos.
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Se me revuelve el estómago de pensarlo.
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Como primer número,
la Srta. Roxie Hart quiere cantar
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una canción de amor y devoción
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dedicada a su querido esposo Amos.
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A veces tengo razón
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A veces no la tengo