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Sólo yo podía matarte, Frederico.
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Y sólo me tienes a mí
para llorar tu muerte.
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Ahora que aprendí a matar
me aproximé más a ti.
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Matar fue eI oficio
que me Iegaste de herencia.
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Dios aI frente, Ia paz que Io guíe,
Ie acompañen Jesús y Ia Virgen María.
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Gracias a Dios... pude
Iibrar a mi hija de Ia cárceI...
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y de ese nombre de asesina.
Ese es un nombre horroroso.
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Teniente, ahora que ya sabemos
que Lisbela no se lo despachó...
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ya no necesita huir.
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Aún sin eso, me voy.
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Debajo o sobre Ia tierra,
sin éI estoy muerta.
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ÉI te va a abandonar, LisbeIa,
como Io hizo con Ias otras.
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No me importa.
Yo quiero...
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quemar mi vida de una
sola vez, en un fuego muy fuerte.
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- Yo quiero ir, papá.
- Ve, hija mía. Ve.
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¡Anda!
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Y sé feliz...
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si puedes.
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Caray, es indignante.
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¿Ese fulano se va bien librado?
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De nada sirve, hijo mío. Quien nace
para maceta no sale del corredor.
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Tú no tienes sentimientos, ¿eh?
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¿Después de todo eso que pasó
aquí todavía te atreves...
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a encontrarle gracia?
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Yo no quiero a nadie
aquí encontrándole gracia!
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- Sí, señor.
- ¡Pónganse tristes!
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Teniente, ¿sabe una cosa?
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Los pasajes ya están comprados,
eI hoteI reservado...
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yo me Iargo para Río de Janeiro.
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Muy bien, quien sabe y te
encuentras una esposa por allá.
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¡Eso es!
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- Las chicas aquí son muy atrasadas.
- Pero Ia próxima vez ten cuidado...
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no veas a Ia novia vestida antes de
Ia boda que da muy maIa suerte.