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La Sra. Darling era la dama
más encantadora de Bloomsbury...
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y tenía una boca dulce y burlona,
con un beso en ella...
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que nunca era para Wendy.
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Pero ahí estaba...
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totalmente visible
en la comisura derecha.
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Y, a veces,
estaba la tía illicent...
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que decía que un perro de nodriza
disminuía el lustre del barrio.
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Bien, bien, bien.
Menos ruido.
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Tranquilícense.
No están en una granja.
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- Bravo, George. Bravo.
- Le toca a Wendy.
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Wendy tiene que contarnos
un cuento.
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Cecco, que le cinceló su nombre
al gobernador de Goa.
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Noodler, el que tiene
las manos al revés.
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- Cielos.
- ¡Garfio!
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Garfio, cuyos ojos se tornan rojos
mientras te destripa.
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Por Dios, qué forma de educar
a los niños hoy en día.
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Temo que no soy culta, tía.
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Pero sí sé algunas cosas
sobre los piratas.
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Ambiciono escribir una gran novela...
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en tres partes,
sobre mis aventuras.
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- ¿Qué aventuras?
- Aún no las he vivido...
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pero serán
totalmente emocionantes.
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Niña, los novelistas no son bien vistos
en la buena sociedad.
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Y no hay nadie más difícil para casar
que una novelista.
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- ¿Casarme?
- ¿Casarla?
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- ¿Casarla?
- Pero, tía, Wendy aún no cumple los 1 3.
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Camina hacia mí, querida,
para poder evaluarte.
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Anda.
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Camina hacia tu tía.
Párate derecha.
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- ¡Basta, niños!
- Date la vuelta.
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Silencio.
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Sí, sí.
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Es precisamente lo que esperaba.
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Wendy tiene el mentón
de una mujer.
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¿No lo habían notado?
Observen su boca.