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¡pero no llegan a ningún lado!
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¡Doctor, son 7,OOO hombres
en la cárcel!
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Sólo en este pabellón
son 1,8OO.
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Sr. Pires, si entendieran cómo se
contagia el SlDA, para mí ya es algo.
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Se contagian aquí adentro,
follan con la mujer, con la novia...
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de ahí, nadie para la epidemia.
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Quien va a oír sus consejos, doctor,
es el bandido de verdad.
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Aquel que quiere salir entero de aquí
para seguir asaltando allá afuera.
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Esa es su vida.
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Como sea. Pero ahora están viviendo
en un foco de la enfermedad, Sr. Pires.
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Están presos aquí.
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¿Presos? Ellos son los dueños,
doctor. Este lugar...
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no estalla, porque ellos no quieren.
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Dios te bendiga, hija mía.
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No sabía que tenía familia, Viejo.
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Yo también creía
que la había perdido.
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Toda una vida preso, y aún así
crié dieciocho hijos...
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y ninguno de ellos ha pisado
una comisaría.
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Esa hija, es la menor, dice que
ya no se acuerda de mi cara...
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y decidió venir a visitarme.
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Yo quería que usted
me autorizara a encontrarla...
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fuera del día de visitas.
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No quiero a mis hijos
en medio de bandidos.
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Así usted me la pone difícil.
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¿Y si los otros siete mil
me piden la misma cosa?
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Con permiso.
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¡Buenos días!
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¿Va a comprar algo, doctor?
¿Café, azúcar, chocolate?
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¿Jabón, pasta de dientes?
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Un porro cuesta dos cajetillas
de Marlboro. ¿Quiere?