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Déjamelos, que yo
me encargo de ellos.
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No, Zico. A tu modo, no.
No quiero.
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Yo... yo sólo quería un arma,
para defenderme.
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¿Cuál quieres?
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Aun con el arma, nunca pensé
que fuese a ocurrir, doctor.
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Pero...
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estaba en mi destino.
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Y en el de ellos,
que me encontraron.
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¿Adónde cree que va el soplón?
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Calma, cabrón, sin problema.
¡Nomás estoy yendo a mi casa!
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Claro que sí, pero primero
te vamos a hacer unos cariños...
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como le hicimos a tu hermanita.