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Esperó un tiempo para escuchar más.
Pero no se repitieron.
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Un poco decepcionado, Tom se sentó en el banco, a pensar,
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a quedarse con la sensación de peligro, por un momento.
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No pasó mucho hasta que sus pensamientos estaban nuevamente entre sus temas favoritos,
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y en el medio de la tormenta, se convertían en novelas y artículos, y grandes tertulias
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que escucharían en silencio a Tom, luego de la publicación de otro volumen más, que flagelaba y purgaba el alma humana.
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Y él vio a los hombres, y entre ellos aún a otros escritores,
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abrazarse los unos a los otros como si, a través de sus palabras, la vida se abriera, nueva, a ellos.
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No había sido fácil.
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Pero debido a su trabajo y aplicación a la narrativa y al drama, su mensaje había llegado,
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y habiéndosele preguntado sobre su técnica, él diría sólo una palabra:
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"Ilustración".
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Tom podría haber pasado otra media hora sentado,
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pero otro ruido inusual lo despertó.
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Era Moisés que ladraba.
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Eso no era inusual en sí mismo, sino la forma en que ladraba era nueva.
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Su ladrido no era fuerte,
más bien era un gruñido,
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como si el peligro estuviera muy cerca y no fuera solamente un mapache o un lobo que pasaba.
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como si el perro estuviera cara a cara frente a una fuerza que debía ser tenida en cuenta seriamente.
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Hey, señora! Yo no subiría si fuera usted.