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Ven, siéntate.
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Cuando tenía 16 años,
conseguí una gran victoria.
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En aquel momento pensaba
que llegaría a cumplir 100 años.
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Ahora sé que no alcanzaré los 30.
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Verás, de hecho nadie elige su destino.
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Un rey puede mover a un hombre.
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Un padre, reclamar a un hijo.
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Pero no olvides que, aunque aquellos que
te mueven sean reyes, u hombres con poder,
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tú eres el único responsable de tu alma.
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Cuando comparezcas ante Dios no podrás
decir que otros fueron dueños de tus actos.
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O que la virtud no era "oportuna"
en aquel momento;
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eso no es suficiente. No lo olvides.
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No lo haré.
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Pues ve ahora a la casa de tu padre en lbelin.
Y protege el camino de los peregrinos.
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Protege a los indefensos,
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y quizá algún día, cuando yo esté indefenso,
vendrás a protegerme a mí.
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Allí, mi señor.
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Ibelin.