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Tal vez podría dártelo.
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- No sin mi bendición.
- Padre, me vuelves a sofocar.
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¿Pero eres digno de usarlo?
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Sí.
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El cristal que te robaste es falso.
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El verdadero está
en alguna parte de este salón.
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Elige el verdadero
y podrás llevártelo.
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Elige ése.
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Lo llevas al cuello.
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- ¿Cómo sabías?
- Lo vi en mi sueño.
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Normalmente, si te duermes, pierdes.
Con Max, es al revés.
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Pero te advierto.
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Si algo le pasa a mi Corazón de Cristal,
todo mi reino será destruido.
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Max, ¿aceptas a este Corazón de Cristal,
para amar y respetar,
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en enfermedad y salud,
hasta que la muerte los separe?
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Acepto.
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- ¿Le confías tu corazón?
- Sí.
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¿Tus palabras son sinceras?
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Sí.
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Es decir, lo son.
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Ahora el cristal funcionará.
Pero mi hija debe quedarse.
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Así que vete.
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Buena suerte.
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Casi llegamos
a la Guarida de los Sueños.
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Si vamos a hacer esto,
tenemos que hacerlo ahora.
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- ¿Cuánto tiempo?
- Se nos acabó.
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10 segundos.
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¿Qué?
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No te oigo.
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- Cinco segundos.
- Aquí va.
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Tres, dos, uno...
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Se nos acabó el tiempo.
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- ¿Qué ocurrió?
- No funcionó.
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¿Cómo que no funcionó?
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Trataba de decírtelo.