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Me da gusto verte, Ham.
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Lamento el lloriqueo.
Son mis malditos genes latinos.
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Eres el mismo Ham de siempre.
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Ay, no. Ya no.
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- Dios. La quería muchísimo.
- Y ella te quería muchísimo.
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Los primos pueden ser más unidos
que los hermanos.
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No sé por qué dejé que me convencieras
de que no fuera al funeral.
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No habrías estado cómodo con esa gente.
Haremos un oficio aquí.
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- Podrás lloriquear todo lo que quieras.
- Lo haré.
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- Alquila la abadía. Puedes pagarla.
- ¿Puedo?
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Tess te dejó bastante dinero.
¿Quieres saber cuánto vales?
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- En realidad no.
- Toma las llaves de la casa de Chelsea.
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Pensé que querrías quedarte ahí.
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- Prefiero no hacerlo.
- Pues, es tuya.
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Eso y su organización benéfica.
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- Dijo que te sacaría del jardín.
- ¿Cuándo dijo eso?
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Dos semanas antes de morir.
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Mira, tengo un hambre voraz.
¿ Ya almorzaste?
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Sí. Tuve un almuerzo muy civilizado
con Bernard Pellegrin...
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quien expresó interés
en el diario de Tessa.
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Tess no tenía un diario. Los odiaba.
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Tú y yo lo sabemos.
Seguro le informaron mal a Pellegrin.
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Tess pensó que la vigilaban y, aun así,
enviaba correos dos veces al día.
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Solicitaba más información que Google.
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Míralo.
El chico es dos tercios máquina.
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En serio. Da miedo.
Su mente es una computadora.
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- Come como una trituradora de basura.
- ¿ Y el otro tercio?
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Es Manzini, sin lugar a dudas.
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Guido me ayudó con esos correos de Tess.
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Cosas de la compañía. Aburridos.