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Bueno, pues así empezó todo.
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El anuncio bastó
para convencer a Jim.
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Pero a Muriel le costó un poco más.
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Creo que el prendido ayudó.
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Ahí, están, dos pececillos
de Nueva York
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en las profundidades
inmobiliarias de Connecticut.
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Éste es Smith,
el agente inmobiliario.
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Un astuto y silencioso zorro.
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Sí, señor,
sabe reconocer a un primo,
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quiero decir... a un cliente,
en cuanto lo ve.
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Ha visto uno.
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Bueno, Smith, al fin va a deshacerse
de la vieja casa de Hackett.
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La vieja, viejísima casa de Hackett.
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Bueno, amigos,
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ahí la tienen.
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Es preciosa.
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Para una vieja casa, vaya.
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Ya sabrá, Smith, que vamos
de escaparates, por así decirlo.
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-Nada definitivo.
-Ningún problema.
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No está nada mal,
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pero es más vieja
de lo que teníamos pensado.
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Bueno, no está recién hecha,
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pero por eso es
una compra tan interesante.
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Sí, aquí hay todo
lo que uno necesita.
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Un bonito granero de heno.
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Un par de huertos frutales
en lo alto de la colina.
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Un robledal intacto al otro lado
del arroyo de truchas.
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El arroyo les dará su propia pura
y cristalina agua de montaña.
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Un camino pavimentado
hasta la puerta.
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Suministros a domicilio
dos veces a la semana.
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Bien comunicado.
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Sí, a 58 minutos de Nueva York.
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Un instituto nuevo carretera abajo.
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Sí, señor, 50 bonitos acres.
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Y también una bonita casa antigua.