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-¿ Y el comedor qué?
-Estaba aquí hace un momento.
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-No podemos haberlo perdido.
-¿Ponemos un anuncio?
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A este Blandings
no hay quien le entienda.
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Si construye
en una colina tan ventosa,
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¿por qué escoge el lado más ventoso?
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A estos millonarios neoyorquinos
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les da lo mismo.
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¡Aquí está el salón! ¿No?
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Sí. Ahí está la chimenea.
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-Pasa, Jim.
-Tú primero, Rockefeller.
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-Oiga, usted es el dueño, ¿ verdad?
-Sí.
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Justo a quien quería ver.
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Voy a curiosear por ahí arriba.
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Los dinteles de arriba
que hay entre pilares,
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¿ quiere que los alefricemos?
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¿Los pilares de arriba?
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Los dinteles que hay entre ellos.
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Ah, los dinteles.
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Sí, en los planos no pone nada.
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¿ Quiere que los alefricemos?
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No, supongo que no.
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De acuerdo, usted manda.
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¡Chicos! Si hay ya
dinteles alefrizados,
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quitadlos.
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Me pareció menos caro decir que no.
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¡Basta!
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¡Muy bien, chicos, vámonos!
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¡Mira lo que has hecho!
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¡Escúchenme!
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La Sra. Blandings no quería...
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No tiene sentido dejar un trabajo
por una bobada de mujeres.
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Mire, es que es sábado,
y paramos a las doce.
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A menos que quiera
que hagamos horas extras.