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Una granada en la cara.
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Llevé bacilos de difteria
en la herida hasta 1920.
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Dos años de aislamiento.
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- Beba, Sr. Kringelein.
- Sí.
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Ha sido encantador.
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Escuche, simpática,
¿quiere hacer feliz a un hombre?
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- Me encantaría.
- Baile con Kringelein.
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¿Por qué?
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No sé. Es un tipo cariñoso.
Me da pena. ¿A usted no?
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¿Sabe? no se parece en nada
al que era ayer.
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¿Ayer?
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No, quizá no.
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Anoche me enamoré.
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De verdad.
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No hay amor de verdad. No existe.
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Yo también lo pensaba.
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Pero ahora sé que sí.
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Es maravilloso.
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Venga conmigo.
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- ¿Bailará con el viejo Kringelein?
- Claro. Haré lo que sea por usted.
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Es un cielo.
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Aquí está. Tengo que hablar con usted.
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- Enseguida, Sr. Preysing.
- No, ahora. Es muy urgente.
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Esta dama tiene un asunto urgente
conmigo en este momento.
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Qué insolencia. Modales berlineses.
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Buenas noches, Sr. Preysing.
¿También se aloja aquí?
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- Lo siento, pero no le recuerdo.
- Kringelein, de la fábrica.
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Uno de nuestros agentes.
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No. Ayudante contable,
Cuarto 23, Edificio C, tercer piso.
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- De baja por enfermedad.
- Muy interesante.
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Que tenga un buen día.