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Hola, Bill.
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Buen chico.
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Este animal es una máquina.
Aun se frena.
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¿Que se frena?
Claro.
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Si corriese más no lo podría ni ver.
Buen trabajo.
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Mire que bien lo hace.
¿Qué es esto?
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La Srta. Ha entrenado a Saltador.
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¿Saltador?
Sí, ella le ha puesto el nombre.
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Tienes hasta mascota.
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Se han hecho amigos.
Veo que lo conoces bien.
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Debes venir mucho por aquí.
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¿Te importa?
No. Es por el Emperador Higgins.
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Será mejor que no lo sepa.
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El Emperador Higgins
no piensa en mí.
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Soy la hija soltera.
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Pero te casarás
y le darás otro yerno.
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Sí. Alguien que se ocupe
de sus empresas.
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No, gracias.
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Déjeme a mí.
Sí, que pasee una hora.
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¿Le doy zanahorias?
Seis, ni una más.
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¿Siete no?
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Si no le cuidas bien,
te partiré el cráneo.
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Vamos, Bill.
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¡Qué caballo!
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Ojalá ya compitiese.
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Tiene raza, vitalidad.
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Y alma de ganador.
En un caballo es importante.
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El Hipódromo Imperial
abrió la semana pasada.
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¿Crees que no lo sé?
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Hoy he visto a tu amigo,
Bill Taylor.
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¿Por qué no lo haces?
¿Hacer qué?
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Llevar a Broadway Bill
al hipódromo.
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¿Estás loca?
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¿A qué esperas?
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Quieres escapar de Higginsville
desde que llegaste.
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Tu vida son los caballos
y haces cajas de cartón.
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Es absurdo.
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¿A ti qué más te da?
Nada.
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Eres un tonto, Dan.
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¿Tú crees?
Sí.
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Te has convertido
en otro esclavo de Higgins.
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¿Le importa que le de mi opinión?
Dime.
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Yo siempre he sido sincero.
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Me cortaría el brazo derecho
antes que fallarle.
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Venga, dime.