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El dependiente de la tienda de sebo.
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O le subimos 2 dólares o se va.
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¿A mí qué me importa?
¿Ha visto el periódico?
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¿Cómo ha llegado eso ahí?
¿Qué hizo anoche?
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¿Qué hizo con los dos guardaespaldas?
Dicen que los encerró.
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- Se empeñaron en seguirme.
- ¿Para qué sirve un guardaespaldas?
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- ¿Qué es lo de " Ceniciento"?
- ¿Son auténticas esas historias?
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¿"Ceniciento"?
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Le llamarán cualquier cosa si les deja.
Le han tomado por un infeliz.
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- Le partiré la cara al editor.
- ¡Ni pensarlo! Que quede claro.
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Ir partiéndole la cara a la gente
no soluciona nada.
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- A veces es la única solución.
- No a los editores. Créame.
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- Si se van a reír de mí...
- Escuche. Usted tiene cerebro.
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Le iría mejor si reprimiera sus instintos
homicidas y no abriera la boca.
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Esos gacetilleros van a por usted.
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- ¿Y lo de "Ceniciento"?
- Yo me encargaré si me ayuda.
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Pero no podré hacer nada
si va por ahí hablando con la gente.
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¿Me promete ser
más prudente en el futuro?
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- Sí, supongo que lo tendré que ser.
- Gracias.
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Si ve que tiembla el edificio,
es que estaré aplastando a ese editor.
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El Sr. Cobb tiene razón.
No debo hablar con nadie.
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- La Srta. Dawson al teléfono.
- ¿La Srta. Dawson?
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- Sí, señor.
- Bien. Déme el teléfono, rápido.
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Ella es la única persona
con la que voy a hablar.
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- Gracias por enseñarme la ciudad.
- Ha sido un placer.
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El acuario me ha encantado. Si viviera
aquí, iría todos los días. Como tú.
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Ya me gustaría,
pero tengo que trabajar.
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- ¡No pierdas de vista ese autobús!
- ¡Tranqullízate!
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- Esta noche no habrá fotos.
- Yo le emborracharía otra vez.