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Mira, madre. Es bonito, ¿verdad?
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Encantador. Y muy sabia al usar rosado.
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¿En verdad piensas
que no debo decir nada?
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-Por supuesto.
-Pero, madre...
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Me sentí igual hace 20 años.
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¡Mi padre no!
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En muchos sentidos, tu padre fue
un hombre excepcional, pero no en eso.
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-¿ Y no dijiste nada?
-Nada. Tuve una madre sabia, también.
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Escucha, querida. Esta historia
no es nueva. Le sucede a la mayoría.
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Pero Stephen...
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Stephen es un hombre.
Ha estado casado diez años.
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¿O sea que se cansó de mí?
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Stephen se cansó de sí mismo.
Se cansó de sentir lo mismo.
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Los hombres necesitan sentir algo nuevo.
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Y deben sentirse jóvenes otra vez,
porque están envejeciendo.
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-Madre, Stephen no es viejo.
-Claro que no.
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Pero las mujeres somos más sensatas.
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Cuando nos cansamos de nosotras,
cambiamos de peinado o de cocinera...
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...o decoramos la casa.
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Ellos podrían renovar su oficina,
pero nunca piensan en cosas simples.
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No, querida.
Un hombre tiene un solo escape.
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Ver a un ser diferente en el espejo
de los ojos de una mujer.
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Ella quizá no signifique más para él
que lo que ese vestido para ti.
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Pero, madre...
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El no la ama. Si fuera así,
lo hubieses sentido hace mucho.
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Sí, siempre lo he pensado. Lo amo mucho.
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Y él te ama, cariño. Toma mi consejo.
Quédate callada.
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Quédate callada cuando ansíes hablar.
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Es el único sacrificio que mujeres como
nosotras debemos hacer para retenerlos.
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-¿ Y si no lo quiero en esos términos?
-Pero, Mary...
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Madre, está bien para ti
hablar de otra generación...
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...cuando las mujeres eran esclavas
y hacían lo que los hombres decían.
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Pero esto es ahora.
Stephen y yo somos iguales.
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Decidimos estar juntos de por vida,
por voluntad propia, porque nos amamos.