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Comenzó durante mi enfermedad.
Tuve difteria.
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Doctor, mi esposo
no deja de aparecer.
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Está en todas partes.
En la silla, junto a mi cama...
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...al pie de la cama,
mirando cómo desayuno...
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En todas partes.
Y me resulta desconcertante.
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Debió quedarse con él.
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- ¿Después de lo que hizo?
- ¿Cuántos años tiene, señora?
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Cuarenta...
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...y cinco.
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Cincuenta.
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Anoche no dormí bien.
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Dormir es importante
para alguien de su edad.
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- Para todos, imagino.
- Si no quiere ser un adefesio.
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¿Adefesio? ¿lnsinúa
que soy un adefesio?
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No. Pero tampoco es Lillian Russell.
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- Dr. Byles, yo...
- Siéntese.
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La base del psicoanálisis
es la verdad.
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Subconscientemente,
desea ver a su marido.
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- Lo necesita.
- Eso es ridículo.
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No deseo ver a Job.
Y sé que él no desea verme.
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Lo que digo es verdad. Mi consejo
es que vaya con su esposo.
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- Hable con él. Invítelo a cenar.
- No puedo. Está en Alemania.
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Píidale que vuelva.
Es su única esperanza.
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Un marido aparece cuando
los días románticos terminaron.
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¿Cómo sabe que mis
días románticos terminaron?
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Pobre mujer.
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Pobre doctor.
¿Le cuento algo?
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Cuando me enfermé, seis hombres estaban
dispuestos a dar la vida por mí.
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Eso fue antes de que se enfermara.
Escuche, por favor.
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La única persona que sirve
a una mujer de vida agitada...
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- Dr. Byles, yo...
- Siéntese. Debo ganar mi dinero.
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El único que se quedará con ella
es el marido.
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Los admiradores y pretendientes
nunca son sinceros...
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...y siempre terminan
dando náuseas.