Les Enfants du paradis
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cantando un romance.
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O interpretar
delante de ciegos.

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Juana de Arco era feliz
por oír voces,

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voces. Yo no pido tanto.
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SóIo quiero poder oír la mía
de vez en cuando.

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Vaya, Garance.
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¿ Dónde estabas,
mi tierno pajarito nocturno?

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Por fin encuentro a la flor de
mis días, a la luz de mis noches.

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Mi rubia Yseult de cabellos negros,
mi dulce lfigenia.

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Cuando acabes me avisas.
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Ingrata, quieres hacer callar
a la voz misma del amor.

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¡La voz misma del amor!
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Sí, la voz misma del amor.
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¿ En qué piensas,
bella esfinge?

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En nada.
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En un montón de cosas.
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Por ejemplo,
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pienso que en todo el mundo
existen

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enamorados que se aman
sin decir nada,

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o que expresan su amor
con palabras sencillas,

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palabras cotidianas.
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Me parece hermoso.
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¿ No eres feliz conmigo?
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Tú tampoco eres feliz conmigo.
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¡Yo!
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Si fueras feliz,
¿ bromearías sin parar?

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Si me creyeras feliz,
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¿ intentarías hacerme reír,
distraerme?

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Ni felices ni desgraciados,
estamos en medio.

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No nos amamos.
No es culpa nuestra, claro.

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Sin embargo, Frédérick,
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no hay de qué vanagloriarse.
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"Un dulce rayo de luna
sobre sus cabellos de noche."

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Quizá prefieres que te hostigue,
que te interrogue,

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que rebusque en tus recuerdos,
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que te espíe, que te aceche,
que te siga por la calle,

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celoso, rozando los muros
donde he escrito tu nombre,


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