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Me llamo Daniel Winston.
De San Diego. Seguridades.
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Gusto en conocerlo, señor Winston.
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Siéntate.
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Detente. ¿Adónde vas, Pardo?
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- ¿Qué es lo que haces, muchacho?
- Dile a tus gorilas que odio el maltrato.
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Mis órdenes fueron que nadie saliera.
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Eso será para tipos como éste.
Pero cuando tengo razones para salir...
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Nadie tiene razones que yo desconozca.
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- Me golpeó, Cody.
- Tú ve a trabajar.
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Tu pelea me pareció muy sofisticada.
¿Dónde aprendiste?
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- En el ejército.
- Mientes.
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No aceptan convictos en el ejército.
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Cuando la guerra comenzó,
yo no tenía antecedentes.
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¿Y qué es lo que hacías ahora, soldado?
¿Estabas explorando?
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No. Pensé que iría a Los Ángeles.
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Y regresaría sin que se dieran cuenta.
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- ¿Qué ibas a hacer a Los Ángeles?
- Ver a mi esposa. No sabe dónde estoy.
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Nos escapamos
y no dejé ninguna dirección.
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- Es la verdad, Cody.
- ¿Y por qué no me avisaste?
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Pensé que no te gustaría la idea.
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Y de cualquier forma lo hiciste.
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Es que hace mucho que no la veo.
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Soy humano, como cualquiera de ustedes.
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Está bien, muchacho.
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Lo que pasa es que te sientes solo.
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Tan solo como yo.
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¿Tú?
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- ¿Y qué de...?
- ¿Te refieres a Verna?