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El pobre viejo Alfred.
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Gracias por la copa.
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Fue interesante oír de
tus problemas maritales.
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Después de todo,
no querías el auto.
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¿Te digo por qué te traje aquí?
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Más vale que lo hagas.
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Cuando te vi en ese bar...
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...de pronto lo comprendí todo.
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Meses antes, Margot y yo
escribimos nuestros testamentos.
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Nos heredábamos todo
en caso de accidente.
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Su capital es de 90.000 libras.
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Inversiones más que nada.
Demasiado fácil de conseguir.
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Es peligroso porque yo sería
el primer sospechoso.
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Necesitaba una coartada.
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Una muy buena.
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Y después te vi a ti.
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Me preguntaba qué hacía la gente
como tú al salir de prisión.
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¿Pueden conseguir trabajo?
¿Recuperan sus viejos amigos?
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¿Qué tal si nunca
tuvieron amigos?
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Tenía tanta curiosidad
que te seguí.
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Te seguí a casa aquella noche.
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¿Te importaría pasarme tu copa?
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Muchas gracias.
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-Y te he seguido desde entonces.
-¿Por qué?
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Esperaba que tarde o temprano
te sorprendería y podría...
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¿Chantajearme?
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Influirte.
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Dos semanas después, conocía
tu rutina y todo fue más fácil.
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-Qué pérdida de tiempo.
-Sí, pero ya sabes cómo es...
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...cuando un pasatiempo se hace
cada vez más fascinante.
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Te volviste fascinante.
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De hecho, algunas veces sentía
que casi me pertenecías.
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Eso debió ser muy interesante.
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Solías ir a las carreras
los lunes y los jueves.
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También empecé a ir
sólo para estar cerca tuyo.
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Tu nuevo apellido es Adams.
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Sí, me aburrí del Swan.
¿Es acaso un crimen?
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No, para nada.
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No había nada ilegal en ti.
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Me tenías desanimado.
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Luego un día desapareciste
y llamé a tu casera.