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Definitivamente. Tiene un talento
asombroso para alterarme.
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No sé de dónde viene o hacia dónde va.
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-Sospecho, pero no estoy seguro.
-¿Qué sospecha?
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Parece que hay otros hombres,
muchos de ellos.
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De hecho, muchísimos de ellos.
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Puede que me esté engañando,
puede que no.
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-¿Me da esa aspirina?
-Claro. Sin coste adicional.
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-Jaqueca, ¿papá?
-No, me siento bien. Es el cliente.
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Un amante que no sabe amar.
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¡Acaba de enamorarse!
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Al verla pensaría que es una estudiante.
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-¿Cuántos?
-Diecinueve.
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¿Diecinueve comprimidos?
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Dos aspirinas. ¡Diecinueve tipos!
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-Basta. ¡He oído suficiente!
-Lo siento.
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Desde una profesor de álgebra pelirrojo
hasta un holandés alcohólico.
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Y entre medias, hubo un instructor
de hípica y un guía alpino.
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¿Guía alpino? Espere.
Tuve un caso como ése.
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Lo conoció en el Matterhorn.
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Hoyuelos en las orejas
y edelweiss en las rodillas.
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O al revés.
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Guía alpino, aquí estamos.
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Ella era una duquesa inglesa de 45 años.
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¡No! No tiene 45.
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No es una duquesa,
pero estuvo con un duque.
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Y luego vino uno
que exportaba e importaba.
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¿Exportaba e importaba? Espere.
Me resulta familiar.
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Exporta perfume e importa bananas.
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Incierto. Este trata
exclusivamente con mostaza.
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Hubo un jugado de hockey canadiense
y un banquero de Bruselas.
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¿Bruselas? ¿Banquero?
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Sabe, tengo la sensación
de que me he cruzado con esa chica antes.
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No me sorprendería. Luego hubo un torero.
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¿ Torero?
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Lo cornearon.
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Sabe, esto es enloquecedor.
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No di ni el primer paso con ella.
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¡Es como si un huracán hubiera arrasado
con mis papeles revolviéndolo todo!