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Es mi primer viaje.
La Habana es muy alegre, dicen.
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Si le gustan la ruleta y los burdeles.
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No quería decir...
No es que sea un puritano, entiéndame.
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Supongo que será interesante.
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Tome mi tarjeta.
Quizá tenga una noche libre.
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Me llamo Wormold.
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¿Va a la comida de empresarios europeos
de mañana?
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Sí. No conozco a nadie.
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Vigíleme, no quiero dar un paso en falso.
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Bueno, nos vigilaremos mutuamente.
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- ¿Ya te vas?
- No has desayunado.
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No tengo hambre.
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- No te hartes en la comida de empresarios.
- Tendré cuidado, lo prometo.
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Seguro que das un buen discurso.
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Intento no llamar mucho la atención
en esa comida, Milly.
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Dame otro beso.
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No te has afeitado ese lado.
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Por favor. Ojalá no fuese.
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Londres no lo autorizaría,
a pesar de Hawthorne.
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Si no voy, irán a por otro.
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Te dan donde más duele,
como dice Hasselbacher.
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No se preocupe por Milly.
La vigilaré de cerca.
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¿Y quién cuidará de usted?
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Por el amor de Dios, deje el cuchillo.
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Once tapas más y ganaremos
una pistola de aire para la oficina.
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Necesitamos algún arma.
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Sólo hay que tener cuidado con la comida.
Hay que descubrirlos.
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Tengo que ganarme el sueldo.
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Pero ya ha hecho mucho.
Los dibujos, Segura. No hay motivos.
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Sí que lo hay. El orgullo.
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- ¿A quién intenta impresionar?
- A usted.
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Gracias.
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Senador, le presento al Sr. Wormold.
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Su presidente, el Dr. Braun,
me ha dicho que tendremos el placer...