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- ¿Qué es esto?
- ¡Josephine, antes de que se derrita!
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¡Ponlo aquí!
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Sugar, te vas a meter en un buen lío.
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Sí, vigila por si acaso.
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Si Bienstock te pilla otra vez...
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De todos modos, ¿qué es lo que te pasa?
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No soy muy lista, supongo.
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Yo no diría eso. Despreocupada, quizá.
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No, soy boba. Si tuviera cerebro, no
estaría en esta horrible banda de chicas.
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¿Por qué aceptaste el trabajo?
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Cantaba con bandas de hombres.
Ya no me lo puedo permitir.
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¿Has estado alguna vez
en una banda de hombres?
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¿Quién, yo?
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Eso es de lo que huyo.
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Trabajé con seis
en los últimos dos años. ¡Ay, Señor!
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- ¿Difícil?
- Ya te digo.
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- No te puedes fiar de esos tipos.
- No me fío ni de mí misma.
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Tengo debilidad por los saxofonistas.
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Especialmente el saxo tenor.
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- ¿De veras?
- No sé por qué, pero me desarman.
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Sólo tienen que tocar
"Ven a mí, mi niñita melancólica",
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se me pone la carne de gallina
y caigo en sus brazos.
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- ¿En serio?
- ¡Siempre igual!
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Ya sabes que yo toco el saxo tenor.
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Pero tú eres una chica, gracias a Dios.
Por eso me metí en esta banda.
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La seguridad es lo primero.
Lo que sea con tal de huir de esos vagos.
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Tú no sabes cómo son.
Caes prendada de ellos.
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Piensas que va a ser
lo más grande desde el Graf Zeppelin.
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Cuando quieres darte cuenta,
te piden dinero,
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para gastarlo con otras mujeres
y para apostar a los caballos.
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¡No me digas!
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Te despiertas una mañana
y el tipo se ha ido y el saxo también.
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Lo único que queda son unos calcetines
y un tubo de pasta de dientes vacío.
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Te recuperas, empiezas el siguiente
trabajo... y el siguiente saxofonista.
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Me pasa lo mismo una y otra vez.
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¿Me entiendes ahora? No soy muy lista.
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El cerebro no lo es todo.
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Pero te digo una cosa. No me va
a volver a pasar. Jamás en la vida.
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Estoy cansada de que siempre
me toque el bombón sin licor.