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"Es un chiflado pretencioso".
Y Sebastian no lo era.
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Esto no se lo he contado
nunca a nadie.
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¡Es tan terrible!
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Perdòneme si parezco loca,
pero no es màs que la verdad.
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Sebastian vio el rostro de Dios.
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Quisiera que me lo contara.
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Sí, sí.
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Un verano de hace mucho tiempo,
sentados en este jardín...
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...Sebastian dijo:
"Madre, escucha esto".
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Y me leyò la descripciòn
de Herman Melville...
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...de las Encantadas,
las lslas Galàpagos.
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Me leyò la descripciòn
y dijo que teníamos que ir.
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Y eso hicimos ese verano...
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...en una goleta de 4 màstiles...
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...un barco parecido
al que usò Melville.
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Vimos las Encantadas.
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Y también vimos algo
sobre lo que...
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...Melville
nunca había escrito.
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Vimos a las tortugas marinas
salir del mar...
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...para su puesta anual.
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Una vez al año,
las hembras de las tortugas...
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...salen a la abrasadora
arena de la playa...
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...de una isla volcànica
para cavar allí un hoyo...
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...en el que depositar
sus huevos.
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Es una larga y penosa labor,
la puesta de los huevos.
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Y cuando acaba...
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...la exhausta hembra se arrastra
de nuevo hasta el mar, medio muerta.
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Jamàs ve su camada.
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Nosotros sí.
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Sebastian sabía exactamente
cuàndo se abrirían los huevos.
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- Y regresamos para verlo.
- ¿Regresaron?
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Para ver la eclosiòn de los huevos
y su carrera hacia el mar.
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La estrecha playa, del color del
caviar, estaba llena de vida.
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Y el cielo estaba lleno
de aves carnívoras.
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Con sus salvajes gritos...
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...sobrevolaban en círculos...