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Y yo dije:
"Vamos hacia el puerto.
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No intentemos subir la colina
con este sofocante calor".
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Sebastian me gritò:
"¡Càllate!
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Deja que yo me haga cargo
de la situaciòn. Déjame a mí".
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Y empezò a subir la escalinata
con una mano bajo la chaqueta...
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...donde yo sabía que le dolían
las palpitaciones.
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Pero caminaba cada vez màs deprisa,
preso del pànico.
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Cuanto màs corría...
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...màs fuerte y cercana se oía.
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- ¿El qué?
- ¡La música!
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- ¿La música otra vez?
- ¡La música!
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El ruido de la banda
que le seguía.
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Le seguían.
Le seguían hacia arriba...
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...por la radiante calle blanca.
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Arriba. Era el único camino libre,
así que siguiò por él.
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¿lntentò escapar de esas calles?
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Intentò escapar
de esas calles...
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- ¿No encontrò ninguna salida?
- No encontrò ninguna salida.
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¿Y la pandilla de chicos?
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Cuando intentaba escapar...
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...de esas calles...
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...por las callejuelas laterales
entre las casas...
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...ellos aparecían
por todas partes.
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La única salida
era hacia arriba.
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El único camino era subir...
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...por esas calles blancas...
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...bajo el sol, como
el hueso de un animal gigante...
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...que se incendia en el cielo.
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Y Sebastian seguía corriendo.
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No sé còmo pudo.
Él nunca corría...
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...pero corriò y corriò
y corriò...
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...y estaba màs blanca y vacía.
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¿El qué?
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La luz.
El cielo y la luz.
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Las escaleras, las calles y el sol,
todo era blanco y vacío.
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¿A dònde conducían esas calles?
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¡A ninguna parte!
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¿Nunca llegò a...?
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Jamàs alcanzò el final.
No se detuvieron en ninguna parte.