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Ya le has oído.
No lo quiere ni regalado.
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- Asunto zanjado, McCabe.
- No se meta en eso.
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No puede hablarme así.
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¿ Cómo que no puedo?
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Sólo porque lleva uniforme
de soldado yanqui, usted no...
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- ¡ No tiene autoridad sobre mí!
- Ahí se equivoca.
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Aún cobra del ejército.
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Ochenta dólares al mes, ¿recuerdas?
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- Está bien, renuncio. Dimito.
- No, no puedes. No puedes.
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- ¿Por qué?
- Señor Gary...
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Arréstelo hasta que podamos
aclararlo.
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Sí, señor.
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¡ Espere! Ahora vas a escucharme.
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No. Escúchame tú a mí.
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¿ Vienes pacíficamente
o debo emplear la fuerza?
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Jim...
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Verás, McCabe,
yo tampoco fanfarroneo.
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No hagas que te lo demuestre.
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- Sé que el ejército...
- ¡Sargento!
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- Sí, señor.
- Retire el cadáver.
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- Esta vez pago yo la cerveza.
- ¡Jim!
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¡ No irás a dejar que me encierren!
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Hola, Marty.
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Ya casi está lista.
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¿ Cuándo piensan irse?
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Al amanecer.
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Quedan muchas cosas,
no sé dónde las pondré.
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Vaya...
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Hacía muchos años
que no veía una de éstas.
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Era de mi hermano.
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No podía dormir sin ella.
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En cierto modo, ha sido
la voz de mi conciencia.
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Mi padre le quería mucho.
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Steve lo era todo.
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Quería que estudiase,
que fuera abogado.
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Yo tenía celos de él.
Ahora me doy cuenta.
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Rezaba para convertirme en chico.