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¡Vaya nochecita! Podría hacerlo
unas seis veces por semana.
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- No siempre ganas, ¿sabes?
- Si tú me apoyaras, sí.
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Sería una buena combinación.
Nadie se metería con los Bannon.
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Por un rato fue
como en los viejos tiempos.
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- Tu padre y yo solíamos hacerlo.
- Debió de ser un gran tipo.
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¿ Quién, Norman? Sí.
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Cuando era un crío, solía dejar algo
de cambio para que yo pudiese cogerlo.
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Me dejaba levantarle alguna chica,
como si lo hubiera hecho yo.
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Era más grande que tú
y tenía más dinero,
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pero cuando no te pones pesado,
me recuerdas a él.
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- ¿ Sí?
- Sí.
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Entonces, ¿por qué no
nos llevamos mejor?
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Tengo los brazos cortos.
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Nunca hubo nadie como el viejo Norman.
Nunca lo habrá.
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Era un chico extravagante.
Decía que podía oír crecer la hierba.
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Una noche me llevó
a sus pastos para escucharla.
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Después de tres o cuatro horas
de darle a la botella para entrar en calor
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te juro que yo también podía oírla.
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Es la noche que estrellé el coche.
Choqué con el puente de Samson Creek.
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Murió en media hora.
Yo no tenía ni un rasguño.
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Me pregunto si ahora estará oyendo
la hierba crecer sobre su tumba.
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Esa historia debería enfriarte el ánimo.