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podrías fingir al menos
una sonrisa.
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Como no le da resultado,
él tiene que ponerse fino.
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Él le pregunta si sabe lo que es
serendipia. Ella mueve la cabeza.
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- ¿Qué es?
- Srta. Simpson, ¿no lo sabe?
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Es abrir los ojos
por las mañanas
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y enloquecer de alegría
al ver comenzar un nuevo día.
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- ¿Serendipia?
- Sí.
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- ¿Te la has inventado?
- No, es una palabra de verdad.
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Significa la capacidad de gozar,
emocionarse
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y alegrarse por todo.
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Aunque sea imprevisible.
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¡Serendipia!
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Él le explica lo que significa
de un modo más fascinante que yo,
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y en el momento adecuado
le propone
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una maravillosa comida en el Bois.
A ella le apetece.
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Pero, ¿no crees que...?
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Él no le está pidiendo
un fin de semana en un motel
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de Nueva Jersey.
¡La está invitando a comer!
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¿No crees que si él fuera
de lo más encantador, ella aceptaría?
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- Bueno...
- Serendipia.
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Bueno, quizá. Si le promete
que sólo es para comer, y ya está.
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Se lo promete. A menos que ella
le proponga otra cosa para después.
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- ¡Por supuesto que no!
- Seren... Bueno, vale.
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Él para un carruaje
y se dirigen al Bois. ¿De acuerdo?
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Sí. Y ahora
tendremos que mecanografiarlo.
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No.
El público se nos anticipa.
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Ya sabe que ella sale
a comer con él una hora.
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¿Pero cómo pasamos
de la plaza
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al encanto y la serendipia
que dominas?
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En el cine
hay una técnica
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que resuelve este problema.
El fundido.
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Durante años,
al público se le ha hecho creer
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que cuando una escena
se desvanece
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ante sus propios ojos,
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y otra aparece gradualmente,
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transcurre un tiempo.
Por eso, Srta. Simpson,
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nos desvanecemos...
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Nos desvanecemos
poco a poco
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al Bois.