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- ¿Estás intentando decirme algo?
- No, no.
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Es sólo que... estaba pensando-
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Si con eso se evita que un hombre
haga algo así delante de su esposa y todo-
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- ¡Cerveza! ¡Palomitas! ¡Maníes! ¡Bebidas frías!
- Quizá no esté...
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- Dos cervezas, señora.
- Dos para mí también.
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- Gracias, cariño.
- De nada.
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Harriet dice que comeremos en una hora.
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Delante de sus propias narices, ¿eh?
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Está clarísimo que vas a hacerlo
un día de éstos.
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- ¿Sí?
- No hay duda alguna.
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Yo estaba igual antes de empezar.
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- ¿Muchachos?
- Pasa, Harriet.
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Los que quieran hamburguesas poco asadas
o vuelta y vuelta, que se apuren.
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- Enseguida vamos.
- Sí.
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Créeme, muchacho,
estás preparado, listo y dispuesto.
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Sí, me temo que quizá sí lo esté.
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- ¿Y Ruth qué?
- ¿Qué Ruth?
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- Ruth, tu esposa.
- No, no lo entiendes.
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- Ésa no es-
- Exacto. ¡Ah!
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No pensaste ni por un segundo
que quizá lo descubra, que llore y todo eso.
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- Pero tú lo haces todo el tiempo.
- ¿Y qué?
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¿No tienes miedo
de hacer llorar a Harriet y todo eso?
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No. Porque soy lo bastante considerado.
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Amaba a Harriet lo suficiente para esperar
hasta que aprendiera a hacerlo bien.
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Por eso quiero
que me prometas una cosa-
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que no lo harás
hasta que te dé algunos consejos...
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antes de lanzarte al ruedo.
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De acuerdo, Ed. Tú serás mi entrenador.
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Mira eso. Pobrecita.
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Nena, debes de tener los ojos deshechos.
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- Dame eso. Déjame a mí.
- Gracias, cariño.
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Qué desastre. Las mujeres deberían tener
prohibido acercarse a una barbacoa.
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Hay tanto que aprender.
¡Tanto que aprender!
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Adónde llevarla, cómo elegirla,
qué hacer si contesta un hombre.
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- ¿Colgar?
- No.
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¿Preguntar por Jack
y decir que te equivocaste de número?
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¿Y si se llama Jack?
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¿Ves? Ya te metiste en un apuro.
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¿Qué haces si contesta un hombre?