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Veía a través de mí como si fuera de cristal.
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Recuerdo una noche
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en la que el viejo se sentó conmigo
con una botella de güisqui.
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No dijo nada, así que yo tampoco.
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La botella se acabó y, al final, me dijo:
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"Charley, si todo sale como tiene que salir,
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ese amigo tuyo, Tony Russell,
llegará algún día a comisario jefe".
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Por mi expresión sabía cómo me sentía.
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No del todo mal, pero tampoco del todo bien.
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Entonces me dijo: "No seas tonto, Charley".
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"En el departamento hay sitio
para dos grandes personajes
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y, si tienes suerte,
algún día serás su inspector jefe".
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Entonces, el viejo juró
que había visto un duende en un musical,
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por lo que pensé que estaba exagerando.
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- Charley...
- ¿Sí?
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Voy a ver al Dr. Taylor por lo de su hijo.
Ponme en antecedentes.
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Un asunto peliagudo.
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Hace cosa de dos semanas,
una madre histérica llevó a su hija de 14 años
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a la comisaría de Harlem.
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Un chico con un cuchillo la abordó
y la obligó a entrar en su coche,
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un sedán de dos puertas.
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Dos agentes
pillaron al hijo del Dr. Taylor.
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- ¿Sufrió agresiones?
- No, lo comprobé. No le tocaron.
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No me vayas a dejar en mal lugar
con este asunto.
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¿Lo he hecho alguna vez?