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¿Volver con ella?
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Antes aceptaré ser siervo de este
lacayo.
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- Como os plazca, señor.
- ¡Hija!
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Te lo ruego, no me vuelvas loco.
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No pienso molestarte más.
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Adiós, hija mía.
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Ya nunca nos veremos,
ni nos encontraremos.
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Pero eres mi carne, mi sangre, mi hija,
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o más bien infección de mi carne.
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Por consiguiente, eres mi enfermedad,
un tumor.
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Sí, una úlcera inflamada, con mi sangre
corrompida.
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Mas no pienso reprenderte.
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Sólo pido que alguna vez se despierte
tu conciencia.
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Enmiéndate cuando puedas y a tu
conveniencia. Esperaré paciente.
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Mientras, viviré con Regan,
yo y mis cien caballeros.
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Perdonadme. Pero yo no os esperaba.
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Por cierto, cuando vengáis a mi castillo
os ruego que traigáis
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nada más que 25 acompañantes,
ni uno más.
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- Yo os lo di todo.
- Y en buena hora.
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Os lo di todo a vuestro juicio.
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Tan sólo me reservé el derecho
a tener un séquito.
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¿Qué necesidad tenéis de veinticinco,
diez o cinco en una casa
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en que el doble está a vuestro servicio?
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No necesitad ni de uno.
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Nadie puede juzgar, qué se necesita.
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Hasta el mendigo más pobre tiene
algo más de lo que necesita.
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Si el hombre limitara sus necesidades
naturales,