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El otro día hablé con Oscar Sunkin.
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Recordamos lo bien que lo pasamos
en los viejos tiempos.
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-¡Lo pasamos en grande!
-¿Recuerdas la ducha del director?
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-¡Qué vergüenza pasaste!
-Nunca olvidaré la cara que pusiste.
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-¡Se te cayó la toalla!
-¡Y a ti!
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-El reloj, por favor.
-Sí, claro.
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¿Y cuando pintamos de amarillo
el coche del director?
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Sí, en Halloween.
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-A rayas amarillas, ¿verdad?
-Sí.
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-Manos arriba o disparo.
-Ah, sí.
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-¿Y el partido de fútbol?
-Pifiaste el último partido.
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-Y te llevaste el balón.
-¡Por donde no era!
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Gritaban que volviera
y creía que aplaudían.
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-¡Qué días aquéllos!
-¡Y qué noches!
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¿Te acuerdas de Shirley Sistrin?
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-La cartera.
-No te había oído.
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Me alegro de verte.
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Yo también.
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-Cuídate.
-Buena suerte.
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¡Virgil! Se me olvidaba...
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-Soy policía.
-¿En serio?
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-¿Y cómo te va?
-Es un trabajo estupendo.
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-Tengo un buen sueldo.
-¿Te acuerdas cuando...?
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Virgil Starkwell es juzgado
por 52 casos de robo
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y condenado a 800 años de cárcel.
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En el juicio dice a su abogado que
puede reducir la pena a la mitad
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por buena conducta.
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Ahora que le han cogido
y tiene una larga condena,
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¿se arrepiente de haber elegido
una vida delictiva?
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Merece la pena.
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El horario es bueno,
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eres tu propio jefe,
viajas mucho,
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conoces a gente interesante.
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En general es un buen trabajo.
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¿Qué ha sido de los tipos
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con los que ha trabajado?
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Muchos de ellos