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¡Ah!
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Otra vez con lo de ser rico.
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¿ Qué malo tiene el ser rico?
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No es razón para casarse.
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El dinero es la maldición del mundo.
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Ojalá el Señor me atormente con ello.
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¡Y ojalá nunca me recupere!
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¡La maldición del mundo!
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Mi Tzeitel sabe que sólo me
preocupo por su bienestar.
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¿No es cierto, Tzeitel?
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Sí, papá.
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¿Lo ve?
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Lo veo.
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Lo veo muy bien.
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¿Bien, hija mía?
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¿Por qué estás tan callada?
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¿No estás contenta
con esta bendición, eh?
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Papá...
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Papá.
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¿ Qué ocurre? Dime.
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Papá, no me quiero casar con él.
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No puedo casarme con él, no puedo.
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¿A qué te refieres con que no puedes?
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Si yo digo que te casas,
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te casarás.
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Papá, si es por el dinero,
haré cualquier cosa.
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Me pondré a trabajar de sirvienta,
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¡cualquier cosa!
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¡Pero ya lo hemos acordado!
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Y entre nosotros, un
acuerdo es un acuerdo.
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¿Es más importante
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el acuerdo que yo, papá?
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Papá, no me obligues, ¡por favor!
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¡Seré desgraciada toda mi vida!
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¡No me quiero casar con él!
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Está bien.
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Está bien.
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No te forzaré.
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¡Gracias papá! Gracias.
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"Gracias papá".