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Irá a Pittsburgh conmigo.
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Max es muy práctico, pero es muy necio.
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Ha estado metiendo dinero en ese
estúpido banco de Pittsburgh por años.
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No sé por qué tenía que ser Pittsburgh.
¿Por qué no abrir el auto lavado aquí?
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Sí. Claro.
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Tal vez quiera volver.
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- ¿Tú crees?
- Seguro.
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Podemos volver de Pittsburgh.
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Déjame decirte, esa Frenchy es
una auténtica come hombres.
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Te lo juro, hizo cosas
que jamás llegarías ni a soñar. Qué noche.
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- Tiene mucho talento.
- Sí. Y paciencia.
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Estaba tan ebrio que me caía de la cama.
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Y ella se dejaba caer,
empujándome arriba otra vez.
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- Eso fue genial.
- Qué gran mujer.
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Una gran mujer.
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- ¿Oye, Max?
- ¿Qué?
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Lo he estado pensando.
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Deberíamos vivir aquí y no en Pittsburgh.
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- No, oye...
- Ya sé, ya sé lo de la cárcel y todo eso.
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- ¿Para qué ir a Pittsburgh?
- ¿No es donde está mi dinero?
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¿Y tienes algún trato
con el presidente del banco?
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¿Lavarás autos en su bóveda?
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- Está planeado y seguiré hasta el final.
- Entiendo.
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Tenemos el dinero suficiente
para llegar a Pittsburgh.
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Incluyendo una parada en Detroit
para arreglar tu asunto.
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- Nos iremos mañana.
- ¿Mañana?
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Sí, mañana. Ahora vamos
por el regalo para mi hermana.