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Sí, ella podía renunciar. Mamá tenía
razón.
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Detrás de ese poder renunciar, había
algo de modestia.
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Pero si se trataba de verdad de
poseer algo,
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aquello tenía que ser algo muy
especial.
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En eso era muy exigente.
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Dime, tesoro, qué más deseas.
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- Nada, mamá.
- ¿De verdad?
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Nada, en serio.
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Pero si así fuera...
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¿Qué?
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Un dosel de cama japonés, negro,
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con pajaritos dorados con picos de
grullas muy largos.
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Y quizá también una lámpara para el
dormitorio.
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Con una luz roja.
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Ves, mamá, ahora te callas y me
miras como si
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hubiera dicho algo inapropiado.
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No has dicho nada inapropiado.
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Y menos delante de mí.
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Puesto que yo te conozco.
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Eres una personita con mucha
fantasía.
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Dibujas tu futuro con predilección.
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Cuanto más color,
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más bello y deseable te parece.
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Lo vi cuando hacíamos las compras
para tu viaje.
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Crees que es maravilloso tener
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un dosel japonés
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con todo tipo de adornos de color,